Agosto 13, 2021
La amistad es un concepto tomado por la música, el cine, la literatura y todas las formas de expresión existentes, pues los humanos somos seres intrínsecamente sociales. “Desde la psicología del desarrollo, la amistad es considerada como una experiencia humana de esencial importancia, desde temprana edad y a lo largo de las distintas etapas de la vida. Ésta va evolucionando de acuerdo con el significado que se le imprima, los sentimientos que se comprometan, las expectativas que se tengan, el vínculo que se genere, etc.”, señala Camila Rojas, Psicóloga y Coordinadora de Salvaguarda de la red de colegios Cognita.
Cuanto más pequeños sean a la hora de empezar a tener amigos, más probable será que tengan amistades en edades posteriores. Según estudios realizado por UC-GFK Adimark se señala que un 75% de niños en edad preescolar tienen amistades, y en la adolescencia, entre un 80% y un 90% afirma tener amigos, indicando que uno o dos son los mejores amigos, y los demás, buenos amigos.
Y es que las relaciones de amistad cambian con la edad, aun cuando los términos de la reciprocidad se mantienen constantes. El niño pequeño ayudará a un compañero a construir una torre de bloques; el en edad escolar, apoyará al amigo a hacer las tareas; y el adolescente entregará un consejo sobre un tema que éste no quiera hablar con los padres, por ejemplo.
Por esto, entre los 10 y los 12 años se empiezan a formar los grupos y, a medida que los niños crecen, se apoyan y guían más por los amigos (cerca de ⅓ del tiempo), en detrimento de los padres. Los grupos se pueden formar en base a la apariencia, a las habilidades atléticas, a los resultados académicos, al estatus económico o social, al talento, a la habilidad para atraer al sexo opuesto, etc.
Algunos de ellos pueden sufrir sentimientos de rechazo si no son incluidos, o pueden ser motivo de bullying, e incluso, caer en conductas conflictivas. Por el contrario, los adolescentes con un historial de buenas relaciones y socialmente maduros, tienen más capacidad de resiliencia y mejores aptitudes para hacer frente a los cambios y al estrés.
Aun así, la especialista de Cognita, destaca que “tener pocos amigos no es negativo per sé, pues esto puede responder a la personalidad o a una elección propia. Lo realmente fundamental es visualizar si el niño sabe relacionarse adecuadamente y logra entablar vínculos positivos y enriquecedores”. La experiencia de reciprocidad e intercambio característica de la amistad, proporciona una sensación de bienestar y de validación del yo, la cual influye en el desarrollo del concepto de sí mismo y, por tanto, se convierte en un relevante factor protector.
“Lo que debe hacer saltar las alarmas es observar que pese a los intentos por hacer amigos no haya conexión y, por ende, éstos no resulten fructíferos. En este escenario, los adultos debemos estar disponibles para ofrecer ayuda, partiendo por identificar si hay dificultades en las habilidades sociales, inmadurez, poca empatía, impulsividad o dificultades para seguir ciertas claves vinculares”, detalla Camila Rojas.
Algunos consejos de la especialista para apoyar a niños, niñas y adolescentes a formar vínculos sanos y a largo plazo, son:
- Conversar con ellos sobre el valor de la amistad, como prioridad familiar.
- Conocer a las familias de los amigos de sus hijos y generar vínculos.
- Invitar a otros niños y/o niñas a la casa para conocerlos.
- Realizar diversas actividades entre las familias, para que adultos, niños, niñas y adolescentes compartan en contextos distintos.
- Conocer las necesidades individuales de los niños y niñas amigos de sus hijos.
- Conversar con los niños sobre sus amistades y sobre lo que significa tener amigos.
- Respetar el estilo de sociabilidad del niño. Algunos se desarrollan mejor con muchos amigos, otros con menos pero más íntimos, etc. Algunos hacen amistades de manera más rápida mientras que otros necesitan más tiempo.