Octubre 20, 2017.
Muchas veces vemos a personas que, considerándolas brillantes, han logrado un éxito limitado, o sus vidas son un desastre, ya que han sido despedidos de sus trabajos en forma reiterativa, tienen inestabilidad en sus relaciones personales, o les va bien en lo económico y mal en lo emocional, o simplemente se encuentran perdidos y llenos de insatisfacciones, lo cual causa gran extrañeza ya que estas personas poseen un alto coeficiente intelectual.
Por estas razones, hoy en día ya se habla de la importancia de desarrollar la inteligencia espiritual, llevando a que prestigiosas universidades americanas ofrezcan cursos de pregrado y postgrado de liderazgo y espiritualidad, y de inteligencia espiritual.
Cada vez más se hace urgente la necesidad de ser más conscientes de nuestras emociones y espíritu. “No sólo basta aprender a manejarlas, sino que también aprender a desarrollar el espíritu en la actividad diaria, no tranzando los valores por una excesiva y mal entendida competitividad”, sostiene Valeria Mandakovic, psicóloga y fundadora del Centro Alama.
La inteligencia espiritual se caracteriza por la capacidad de ser flexible e insertarnos creativamente en diversas situaciones sin chocar con los demás. Quienes la desarrollan, recargan permanentemente sus espíritus, practicando una disciplina de autoconocimiento, autoayuda y conexión superior para mantenerse centrados frente a los diversos escenarios de aprendizaje que ofrece la vida. Ella implica, además, tener conciencia del prójimo y mantener sano el espíritu en todas las actividades que se realizan.
“Muchos hoy viven para trabajar y no al revés, volviéndose trabajólicos, lo que da como resultado un gran vacío interior, pese a que mientras más cosas materiales logran, más vacío interior sienten”, ejemplifica la especialista. Por ello, el desarrollo de la inteligencia espiritual es una excelente herramienta de crecimiento, ya que es curativa y sanadora, siendo la única que nos puede garantizar una vida feliz al permitirnos actuar con sabiduría y compasión, en cualquier circunstancia.
Para cultivarla, Mandakovic sostiene que es necesario preguntarnos ¿qué vine a hacer en esta vida? ¿qué tengo que aprender de esta experiencia? ¿cuál es el propósito que tengo? De igual forma, comprender que todos estamos conectados con todo lo que existe y los demás; tener la capacidad de mirar(nos), ver(nos) y observar(nos), con la consciencia profunda de quiénes somos en realidad, así como con la capacidad de definir aquellas creencias y valores que realmente nos hace sentido y no, simplemente, seguir doctrinas y dogmas heredados o aprendidos.
Y si de aplicarla se trata, nos recomienda “auto-observarnos, dejando de lado todo el bombardeo científico y tecnológico, que nos hace olvidar conceptos básicos del desarrollo de la espiritualidad como la compasión, armonía, tolerancia, aceptación, amor, felicidad y paz”.
Asimismo, explorar nuestros valores para seleccionar los más positivos y practicarlos como virtudes; adquirir una visión del propósito de la vida que nos lleve a la planificación para transformarse uno mismo; practicar la gratitud, alegría, y espontaneidad; buscar la paz interior por medio de una acción diaria; percibir las cosas desde el asombro; admirar a tu pareja, hijos o a la naturaleza; y encontrar una actividad que te invite a la introspección y a desprenderte de aquello que no quieres tener en tu vida; son parte de las recomendaciones.
Valeria Mandakovic, explica que desde el enfoque Alama, se entregan efectivas herramientas de canalización, destinadas a obtener información a nivel energético, el cual se experimenta, siente, vive y, por sobre todo, hace sentido a la persona. “En el fondo, son herramientas que permiten acceder a una fuente inagotable de sabiduría universal, tanto del cosmos, lo divino, de uno mismo y los demás, las cuales son entregadas en Talleres Vivenciales y en Programas de Formación”.
Para más información, vista Enfoquealama.com.