Noviembre 7, 2022
Las pataletas o conductas difíciles de los niños y niñas -comúnmente- son mal interpretadas como mañas, cuando en realidad son una forma de comunicar algún problema o necesidad de ayuda. “Cuando pensamos que la conducta es maña, nos puede generar rabia y frustración, determinando estrategias para resolver el conflicto poco empáticas, que dificultan al niño o niña sentirse comprendidos y desarrollar un apego seguro”, comenta el psicólogo del Programa Aprender en Familia, Luis Agurto.
El desafío para los adultos es poder ampliar la mirada a que los niños no son mañosos, y buscar nuevas interpretaciones a sus conductas, para lo que el experto recomienda:
Aunque parezca complejo, controlar el propio enojo es clave para poder bajar la tensión de la situación, lo que se transforma inmediatamente en un aprendizaje para nuestros hijos e hijas. Si es capaz de mantener la tranquilidad y la calma mientras atraviesa una situación frustrante, podrá demostrar (y enseñar) maneras adecuadas de manejar el enojo y la frustración.
- Ayudar a los hijos e hijas a poner en palabras concretas lo que le está pasando. Dando un tiempo suficiente para retomar la calma, es importante que puedan expresar lo que ha sucedido y lo que están sintiendo para identificar sus emociones. Si no quieren hablar inmediatamente, respetar la decisión, indicando que se puede tomar más tiempo para pensar y luego hablar poder hablar.
- Confirmar la escucha y dar señales de comprensión. Es importante que los niños y niñas noten que han sido escuchados y que son comprendidos en sus emociones. Para ello puede ayudarles con palabras que no surgen desde ellos y sirven para identificar lo que les pasa (“eso debe ser muy molesto para ti”, “debes sentirte triste”). Entonces, es clave poder indicarles que es normal tener emociones fuertes, pero que no es justificación para agredir a otro o romper algo.
- Dar alternativas de acción a los niños y niñas frente a una situación que les provoque ira o frustración: alejarse de la situación y/o las personas involucradas en el conflicto para volver a la calma; buscar formas seguras de salir del enojo, que no impliquen dañar a nadie y a nada (salir a correr, saltar, expresar en un dibujo lo que está sintiendo, etc.); impulsar el autocontrol, en lugar de pensar en la persona o la situación que provocó el enojo, anime a sus hijos a pensar en otra cosa que pueden hacer y que podría cambiarles el humor.
- Tener reglas claras, que se recuerdan y aplican. Es recomendable que en los momentos de calma se le indique a los niños y niñas qué se espera de ellos, sin caer en amenazas, ni acusaciones, sino que poniendo el énfasis en cuáles son los límites de manera clara y sencilla; por ejemplo, “en esta casa no se grita a los demás, sino que decimos con palabras lo que nos enoja”. De todas formas, es importante ser flexibles y elegir bien qué conductas son las centrales a resolver.
- Ser proactivos. Esto implica prepararse para cuando ocurran situaciones de descontrol con los hijos e hijas y que pueden ayudar a confrontar de mejor forma la complejidad de la situación: proteger el sueño y los tiempos de descanso de los niños y niñas; conversar sobre las emociones como un ejercicio cotidiano con el fin que el vocabulario de los niños y niñas crezcan para ayudarles a identificar con mayor precisión lo que les pasa y sienten; hacer actividad física durante el día, sobre todo, cuando los niños o niñas tienen un temperamento fuerte (salir a jugar al aire libre es una gran alternativa, ya que además de gastar energía, es un espacio de aprendizaje y vínculo); celebrar la autorregulación emocional de los hijos e hijas, es clave felicitarles cuando son capaces de poder resolver por sí solos situaciones complejas, siendo muy específicos de lo que quieren destacar conductualmente; reconocer las situaciones más complejas para nuestros hijos e hijas y anticiparse a ellas, indicándoles lo que va a suceder, por ejemplo, “quedan 15 minutos de juego para luego almorzar”, este es el momento de recordar las reglas.
Los niños y niñas aún están desarrollando su capacidad de autorregulación y algunas veces no pueden calmarse solos, por lo que debemos ayudarlos. Contrario a lo que muchas veces se dice, los niños y niñas no manipulan; en la medida en que la mayoría de las veces seamos capaces de entender lo que les pasa, los estaremos ayudando a desarrollar lo que se denomina apego seguro. ¿Qué es el apego? El apego es la relación afectiva más íntima, profunda e importante que establecemos los seres humanos y uno de los aspectos esenciales en el desarrollo de los niños y niñas. Es una necesidad biológica, que deriva de la importancia de vivir vinculados a otros que nos cuidan y dan afecto. El apego que el niño desarrolla con sus adultos significativos le da seguridad y confianza para relacionarse con el mundo.